sábado, 24 de octubre de 2009

II. AQUELLA MAÑANA EN AQUEL MUELLE.

Balquözzor había caído rendido en lo que el creía que era una cama, sus lagrimas habían ensuciado su cara, una mancha negra y sin forma, ya que sobre él caía el hollín de su choza, un montón de maderas viejas y tejidas de telarañas. Dormía y soñaba monótonamente como todas las madrugadas, pero al momento de profundizar el sueño, la misma pesadilla que lo asaltaba siempre se hacia presente. Fuego, una hermosa casa ardiendo, un conejo chamuscándose y el grito de alguien que se quemaba vivo, garras grises con blancas uñas desgarrando los carbonizados cuerpos, y luego una cara risueña llevándolo lejos del horror. Despertaba de sobresalto, sudado, y más adolorido, y como era la costumbre se quedaba contando los primeros ases de luz que escapaban de los agrietados tablones, y así se quedaba como todos los días, durmiendo bajo sus sucias sabanas, siempre oculto del mundo, y cuando no estaba ahí, igual permanecía fuera de la vista de los demás, siempre escondido debajo de su piel.
En ese mismo momento su abuelo, el viejo Kulldäror, comenzaba su paseo diario. Siempre lo hacia apenas asomaba el primer rayo de luz de Tylas, el creador errante dando la bendición al nuevo día. El salado aroma del mar y el ensordecedor canto de las gaviotas que seguían a los pesqueros en su matutino recorrido agrandaban con fuerzas el corazón del viejo marino. Kulldäror; gruñón viejecito, se apoyaba en su resistente corcel, un bastón de marfil elaborado con el colmillo de algún desdichado mamut. Era su tercer pie, el más hábil, la edad ya pesaba en sus grandes patas. El viento, el gélido viento del alba lo intentaba frenar sin poder lograrlo, ya que cada mañana era ritualmente atraído por el mar invitado a contemplar el puñado de barcazas que se alojaban en el precario embarcadero, el tercero en su efecto, ya que los otros dos pertenecen a las agrupaciones de pesqueros y balleneros que residen en la hermosa isla.
El lento caminar a través de la fría callecita hacia que su madrugador peregrinaje por los adoquines de la calle del bacalao, toda una odisea para el, fuese recompensado con su llegada al embarcadero. La corta calle humedecida por la brisa del mar refrescaba los descalzos pies del gnomo dentado. Su oscuro traje de veterano capitán y su gruesa gorra de piel de oso, un hermoso obsequio de un antiguo señor de guerra fenitchín lo hacían ver cada vez más gallardo. Sus canos y largos cabellos se agitaban bailando haciendo un merecido tributo al generoso espejo del cielo. Sus amarillos y enormes dientes jugaban con el color de su bella gorra completando así el cuadro, uno que se repetía todos los días. Kulldäror hacia honor a su apodo de viejo cascarrabias, ahora maldecía a la fragata, el chorlito, el cormorán o el pelicano que había osado ensuciar su precioso abrigo coreliano, que aves mas descaradas, que dirían los enanos en el reino de Corell al ver una prenda tan noble insultada de esta manera. Como una medalla quedó la mancha de excremento en el oscuro abrigo, nunca supo que la gracia la había cometido Mambrú, el papagayo del pequeño Rulpäzzor. Y así, todo defecado de pájaro bajó la corta calle hasta el embarcadero, y como siempre las hileras de multicolores casas de dos pisos adornadas con blasones caían cóncavas a sus ojos. Y como siempre en otoño desde los pequeños cercos de madera salían a observar al viejo Kulldäror uno que otro helecho, hinojo o alguna solitaria flor del frío. Todas las puertas eran de distinto color, todos los adoquines eran de distinto tamaño. Y cuando el vejestorio de su cuerpo por fin llegó al pequeño muelle donde descansaban los navíos, observó con sus rasgados ojillos una colorida barcaza, una de las cinco embarcaciones de la distinguida área mercante que era cargada con provisiones, una caja se detuvo y le habló.
- ¿Cómo estas Kulldäror?, ¿feliz con el regreso de Däybidzzor?- le saludó un pequeño gnomo barbado que llevaba una pesada y gigantesca caja con víveres que obviamente subiría a la aledaña embarcación. Debajo de la caja solo se veía parte de su pequeño uniforme azul.
-así es mi querido Olav, y esa carga tan pesada… ¿no deberían ayudarte por lo menos unos cinco mas?, debes cuidar tus débiles huesos.
-no es necesario, sabes muy bien mi estimado que yo tengo la fuerza de siete personas, no seis como los demás gnomos barbados, recuerda siempre mi amigo que los gnomos barbados rojos somos los fuertes.- y toco orgulloso su puntiagudo gorro rojo y con una encantadora sonrisa se asomó entre sus rosadas mejillas.
-mmm, así veo, ¿sabes del paradero de mi yerno?
-por supuesto que lo sé, hace un momento atrás paso con Wonndäror, deben estar donde Hess, ahora te debo dejar mi viejo amigo, quiero terminar pronto con esta faena e irme en búsqueda de una buena jarra de cerveza.
-gracias por el dato mi gran Olav, y no dejes de cuidar esa pequeña espalda.
Kulldäror siguió arrastrando sus patas por las crujientes maderas del embarcadero, ahora la brisa marina penetraba aun mas fuerte por sus fosas nasales, hinchándole el pecho y oxigenándole felicidad. Su vista comenzó a deleitarse con el trabajo de un marinero semibestia que silbando muy desafinado amarraba unos lienzos afanosamente. De raza era un purugud, de gris pelaje y caprino rostro, sus cuernos estaban tapados por un largísimo gorro albirrojo de dos puntas, mientras el hijo de yossel como así se hacen llamar los semibestias, se acomodaba en la cofa del palo alto para anudaba aun más alto el colorido lienzo, se interrumpió el mismo al darse cuenta que era observado, y con una malévola sonrisa comenzó a gritar.
-¡Kulldäror!, ¿ya te levantaste de tu madriguera para perder otra partida de cartas?- vociferó desde lo alto del pequeño navío haciendo gestos obscenos en el idioma de los marinos.
-¿por que no te devuelves a dormir viejo cascarrabias?, si no vinieras en bajada demorarías mas que una tortuga coja, ¡mejor vete a casa o volverás a enfermar tus viejos huesos!- gritaba de nuevo el marinero purugud, tan viejo como el mismo Kulldäror, rápidamente descendió por la escalera de cuerdas que se agitaba de lado a lado. Los purugud habían llegado del continente hacía mucho tiempo, fieros semibestias amantes del mar, sus cabrunas cabezas daban gran desconfianza, quizás hasta un poco de temor, pero con el tiempo, okam y muchos de los suyos se habían ganado el corazón de los insulares.
-¿aun no te mueres Kulldäror?, ¿Cuándo nos darás ese privilegio gnomo tonto?, ¡vete a tu casa a descansar tu horrible pellejo!
-engreído semibestia, tu sabes muy bien que el mar es mi hogar y solo descansaré cuando mi dios Nurmäled me leve con él… ¿Dónde están los demás?-le regañó el viejo gnomo dentado.
-en el magnolia, terminaré de atar este lienzo de aviso de embarque y bajaré enseguida viejo gruñón.
El hábil hijo de yossel se apresuraba, mientras abajo el paciente Kulldäror esperaba, contemplando y recordando sus tiempos de estibador y marino, de navegante y capitán. y como siempre por su mente revoloteaban imágenes de viajes pasados, galeras, barcos y hasta de su propia nave, el gran dirigible Cormorán Dorado. Los ya viejos y lejanos sueños comenzaron a naufragar en la mente de Kulldäror, todos ellos interrumpidos por la delgada sombra de purugud, que encendiendo un cigarrillo bajaba por el puente levadizo. Emanando humo de sus fosas nasales miró de reojo al gnomo dentado, y con aire despectivo se le hablo.
-tengo todo listo, ahora vamos a lo del magnolia, levo unos bocadillos de calamar que están de ballesta.-dijo Okam, el purugud, levantando un caliente paquete de papel con sus peludas manos. Kulldäror al olfatearlo soltó su bastón y aferrándose en una suerte de abrazo hacia Okam, el dió un fuerte manotazo a los cuernos, arrebatando incluso su alargada gorra marinera.
-viejo purugud idiota, hasta cuando me tienes comiendo esa porquería del mar, mas de una centuria intentando meterme en el hocico semejante inmundicia.
Okam se agachó a levantar el bastón y su albirrojo gorro del piso, y al ponerse de pie, escupió su cigarrillo y le contestó.
-¿y supongo que ya enviaste a dar lastima con el sufrido de tu yerno con solo un litro de esa agria leche de cebra?, que según tu es buena para la digestión, y para no arruinar las tripas y luego el trasero, los calzoncillos y los pantalones, el plato de fondo… los peor cocinados pastelillos de frutilla de toda la isla, cortesía de la amargada de tu hija, viejo gruñón y las reputonas de las remadres que te parieron.
Se miraron fijamente a los ojos, ambos iris chocaron en una actitud desafiante, por segundos tensaron el ambiente, pero sus muecas de disgusto comenzaron a desaparecer siendo sustituidas por unas hermosas sonrisas, y al mismo tiempo se volvieron a abrazar mucho más fuerte, y riendo como un par de chiquillos que se juntan al salir de la escuela. Caminaron hasta el tercer navío que estaba a la derecha del barco de okam, que irónicamente había bautizado como el Príncipe del Calamar.
Dentro de la bodega de carga del Magnolia, como cada mañana marinos mercantes de la segunda isla del archipiélago de la mano se reunían a tomar el desayuno del mar. Un gran banquete auspiciado por ellos y para ellos mismos. Pero para que tuviera un carácter oficial era un rendido tributo a los dioses que cuidaban a todos por igual, ya sean hombres, gnomos, enanos, elfos, hijos de yossel o lo que fuera, ya que entre ellos hasta un oso hormiguero estaba dormitando a los pies de un calvo y orejón gnomo snupda llamado Hess, que como todas las mañanas hacia de anfitrión en el Magnolia. Hess Tardast era el capitán del Magnolia, su sonrisa no se lograba distinguir a causa de su grueso bigotón rojo. Sus lilas y temblorosas manos intentaban coordinar lentamente los movimientos necesarios para llenar una gran pipa con tabaco, si le sumamos eso a que siempre tuvo un problema de motricidad fina debido a una desventura con una criatura en altamar, el resultado obviamente sería desastroso. Pero eso no era su único problema, a esta hora de la mañana estaba muy bebido y eso ocasionaba que sus parpados estuviesen mas cerrados que abiertos, en resumen un gran capitán. A un costado de Hess, el recién saliente de guardia Wonndäror abrazaba y brindaba a viva voz a su gran amigo Däybidzzor, que acababa de llegar del continente aldyriano. Däybidzzor, yerno de Kulldäror bebía la agria leche de cebra que le servia Drindäzzor un importante mercader pesquero de la isla. Toda la gente reunida, tripulantes del Magnolia, el Príncipe del Calamar y de la Quilpörina enamorada celebraban el feliz regreso de Däybidzzor, que esta vez volvía a ser famoso. Entre ellos tres hombres debawneses muy bien armados saludaban con sus vasos haciendo reverencias al ilustre gnomo dentado, ellos eran Tirohimi, Tasanaki y Hironusa, todos alumnos del afamado maestro Tahiro, gran guerrero Debawnés, se rumorea que su peor alumno, fue quizás Rulpäzzor. Los tres debawneses cumplían su acuartelamiento en el archipiélago de la mano y patrullaban las islas a bordo de la Quilpörina Enamorada, cuyo capitán era eL experimentado enano Torbaldo, un viejo mercenario de la isla de la sombra. Otros dos enanos de la isla de la sombra; Hantorrin y Krimaldú, que discutían afanosamente por el sabor de la cerveza con los alnianos Kuda y Raguta, estos dos hombres de negra piel y coloridos cueros de animales eran el contramaestre y el primer oficial del Magnolia. En otra mesa igual de ebria lesnilet, un elfo dantöriano relataba antiguas historias del gran continente de Aldyr a unos casi borrados gnomos dentados, mientras sus jarras eran llenadas nuevamente por Gazak, el purugud vigía del Príncipe del Calamar, que le encantaba repartir a diestra y siniestra jarrones de la negra cerveza debawnesa.
-me parece que hace mucho rato esto dejó de ser el desayuno en honor a los dioses, ¡esto ya es una libertina borrachera!, de marineros de leche a piratas de alcohol.-refunfuñaba el viejo Kulldäror.
-y que mejor para pasar el amargo sabor de la cerveza que picotear unos exquisitos bocadillos de calamar.- clamó Okam, levantando la voz en el multitud de voces.
-¿¡otra vez calamar!?- gritaron todos al unísono. Y en menos tiempo de lo que demora una gaviota en sacar los ojos a un mentiroso, el siempre fumador de okam quedó lapidado con pastelillos, higos secos, frutillas mordisqueadas y cuescos de ciruela.
Marineros, pescadores, estibadores y comerciantes de a poco llegaban al Magnolia y de su bodega una emergente neblina se asomaba, pero no era cualquier neblina. Era el dulce y aromático humo del tabaco nuevo. El alegre ruido de taberna y las estruendosas carcajadas brotaban sin ningún prejuicio.
La luz del día saludaba y tocaba lentamente toda la isla avanzando lenta y alegremente. Cada casa, cada calle, cada adoquín, matorral y árbol eran bendecidos por la luz y el calor del siempre benévolo Tylas, el creador errante. Todo esto era muy agradecido ya que en esta época de otoño, el clima y sobretodo la temperatura comenzaban a ser esquivos. Todo esto lo sabía muy bien Balquözzor, que aun estaba en cama tratando de dormir y reponiéndose de su traumático suicidio-cumpleaños y también de una nocturna incursión al bar de Blogolf, el que era considerado el peor antro del lugar, lleno de trafico y consumo de nürmapola, la planta alucinógena que se cultivaba de forma clandestina por toda la juventud de la isla. Aun así, a esa hora los ronquidos de Balquözzor eran contrastados con el ruido que hacia la gente al salir de sus hogares a trabajar en las diferentes actividades de la isla, tales como la pesca, el comercio, la recolección de mariscos y crustáceos, la pequeña agricultura, además de los talleres aledaños al astillero principal donde se reparaban los botes y barcos. También eran muy visitados por las nobles familias debawnesas, que gustaban de viajar hacia las islas, sobretodo a las partes mas boscosas y a los puertos mas cosmopolitas, ya que en el archipiélago de la mano avía mucha mas variedad de credos, razas y costumbres que en debawn, por eso a los debawneses les llamaba mucho más la atención, así que se podía hablar de un incipiente turismo.
La cada vez más borracha multitud del Magnolia, comenzaba a acosar con preguntas a Däybidzzor, mientras este repartía cartas, notas y devolvía dinero en nombre de algún distante o difunto deudor. Que te devolvieran dinero que habías prestado hacía tres años, eso si que era verdadera magia. El clamor era masa de voces y sonidos guturales, solo los clinks de los jarrones o el glug-glug de las traqueas llenas de cerveza se alcanzaban a distinguir. Hess se paró en un barril y comenzó a calmar el entusiasmo que comenzaba a hacer de las suyas. Ya habían fuertes discusiones, jarrones rotos y uno que otro puñetazo ya se había dado en algún desprevenido mentón.
-¡¡¡muchachos!!! Calmemos nuestro indómito espíritu marinero por un momento.-gritaba el gnomo snupda de lo alto de aquel tonel. Con apenas los ojos abiertos.
-hoy es un gran día, hoy está de regreso nuestro querido amigo y compañero Däybidzzor, y así como el, de a poco muchos de los nuestros comenzaran a volver. El tiene mucho que contarnos, pero debemos mantener la calma, el esta cansado y sus relatos también, si alguien tiene derecho a preguntar algo, no es otro mas que el viejo cascarrabias de Kulldäror, su suegro. Pero antes de que es feo y decrepito viejo hable, debemos recordar a aquellos que en algún momento de nuestras vidas compartieron momentos maravillosos con nosotros y hoy lamentablemente ya no están. Así que ahora brindaremos por nuestros caídos, y que sean los dioses quienes los tengan que soportar en sus sagrados salones.
Hess se puso cabizbajo y sus cerrados ojos se envolvieron en tristeza. Dos grandes lágrimas titilaron desnudas sobre sus mejillas, con sus dedos de hermosos color lila abrió lentamente una fatal lista que mecía los nombres de gente que conoció viva, y ahora las mencionaría como muertas. Era cosa de los dioses, ellos disponen, los mortales cumplen, y morir era una de las últimas disposiciones de los amados dioses.
-ahora levanto la frente y les pido a cada uno de ustedes no respeto, recuerdo; no dolor, esperanza. Y no debemos lamentarnos más, debemos clamar por los ahora libres espíritus de nuestros amigos y parientes. Primero pido un gran salud en honor de mi primo el gnomo snupda Hurr Snopsa.
-¡salud!- dijeron todos al mismo tiempo, y juntos como en una lúdica coreografía secaron sus jarrones.
-ahora en esta infame lista, es el turno de recordar a la gran hechicera Nagarnét, bella mujer rönnk dantöriana.
-¡salud!- se volvió a escuchar, y otro jarrón llenito de cerveza se bebió cada uno saciando la pena.
-ahora es el turno del pequeño pixie Billy, el mejor arponero de Korpundia, amigo de todos los aquí presentes.
-¡¡¡saaaluud!!!- brindaron ya tambaleando las piernas, era el tercer jarrón de cerveza, sumando era aproximadamente un litro y medio de aquella amarga bebida, digerida de igual forma como un demonio errante bebe sangre en el desierto.
-un gran salud, salud para mi querido rob estofado, un gran vigía, un noble entre nobles, jamás he conocido a un trasgo peludo con mejor vista que el, yo creo que… lloraré un poco, eso si… espérenme un poco, voy a cubierta y vuelvo, tengo que orinar, aquí no puedo… estoy muy triste…yo.- se desvanecía Hess.
-hay que ir por más cerveza, todos no alcanzaran a hacer el salud de nuestros mártires… y eso es de mala suerte-decía supersticiosamente Wonndäror abrazado a un pilar.
-pero sigamos con el destilado de pimiento, los que alcanzaron cerveza, bien por ellos, los demás a ponerse sal en la boca- vociferó el bravo enano Torbaldo, que aún pasaba la lengua en lo que quedaba de espuma en su jarrón.
Luego de un momento Hess bajó mucho más mareado de lo que subió, el aire marino en la mañana era muy traicionero y había potenciado su borrachera al nivel más alto. Seis fuertes brazos penosamente lo levantaron colocándolo desordenadamente sobre el vacío barril de cerveza. Los que no alcanzaron cerveza en este salud o salud como decían algunos. Tuvieron que llenar sus bocas con sal, el destilado de pimiento era tan fuerte que rompía las papilas gustativas y hacía sangrar la punta de la lengua. La sal cicatrizaba las heridas, “de gaviota” como decían los marinos.
-yo… ahora… otro salud para gruñidos… el mejor cocinero krong de Quilpöros… el más grande hijo de Yossel que haya cocinado jamás, un salud todos mis amigos… los quiero muchoo… a la una, a las dos.. Y aaaa las…. Y aaaa… por Rob Estofado… se me olvidaba… de nuevo, de nuevo... a la una , a las dos y a las tres…-y al decir esto Hess Tardast capitán del Magnolia bebió hasta el fondo su jarrón de cerveza.
-¡shaluud!-gritaron todos.
-¡por los cocineros!, -gritaban algunos.
-¡por los vigías!- decían otros.
-¡por el destilado!- gritó alguien más osado.
-por que ya no tengo garganta para aguantar esta porquería que quema.- tocia el gordo mercader de Drindäzzor.
Los que bebieron cerveza aún estaban invictos, firmes como álamos en la tempestad, mientras los que habían bebido aquel combustible para lámparas llamado destilado de pimiento tosían y hacían arcadas llorando y maldiciendo.
-Ahora mis camaradas… antes de que… alguien más muera por el destilado…, haremos un último salud… por el músico Armöiden y los guerreros kristof de kalendia y un tal tragatripas… o sea quitaremos por lo menos dos años de nuestras expectativas de vida por beber destilado de pimienta por un acrang y un vedasín que no conocíamos… así que con valentía… y frialdad… mis queridos amigos… tomen su puñado de sal y…¡¡¡shaluud!!!- gritó heroicamente Hess antes de mandarse el taconazo de destilado.
-¡¡¡Shaluud!!!- contestaron todos, y así el segundo trago de destilado de pimiento fue peor que una lluvia de flechas, muchos cayeron al suelo con la sonrisa característica del silfo caído al alcohol, solo los que habían bebido cerveza antes del segundo jarrón de destilado permanecían en pie, fuertes, viriles, bueno casi, ya que tambaleaban de un lado para otro. Hess había caído arriba de Ringo, su fiel oso hormiguero. Y como castigados por los dioses simulando una gran matanza muchos cuerpos se retorcían en el piso del Magnolia. La mayoría con convulsiones y ataques etílicos múltiples. Däybidzzor aprovecho la ocasión para tomar unos pergaminos que llevaba ocultos en un bolso, y con mucho trabajo logró sentarse en el tonel, en el que momentos antes había caído valientemente cumpliendo su labor de anfitrión, el glorioso capitán Hess Tardast. Däybidzzor pacientemente esperó que volviera la calma. Okam estaba feliz, sus grasientos bocadillos eran devorados por los casi moribundos bebedores del infame licor. Kulldäror se puso de pie apoyado en un ahora tembleque corcel de marfil, y con los ojos brillosos miró a Däybidzzor y le dijo…
-¿Es una carta de mi hijo lo que traes en la mano?
-Así es, y ahora por favor todos presten atención que leeré el gran relato que escribió Rulpäzzor para todos ustedes y en especial para usted suegro, y dice así…

2 comentarios:

rd.ricci dijo...

Hola!

Lei los capitulos y esta' bien,claro que yo no soy un experto en este estilo de relatos como para darte una opinion mas completa ( no soy seguidor del estilo Fantasy)Pero la historia hasta aqui va bien,habria que leer el libro completo para darte una opinion mas justa.

Saludos y mucha suerte con tu proyecto

Anónimo dijo...

Hola. Llegué aquí a través del FB de Mike Wilson, mi profesor de literatura.

Veo que cada vez somos más los que incursionamos en la literatura fantástica. Viene siendo hora ya que hagamos escuela en Chile.

Apoyo este blog y esta historia!

Saludos!